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Seguir a Jesús no es unirse a un movimiento. No es adherirse a un pensamiento religioso. Es una invitación divina. Una palabra profética. Una convocatoria celestial. ¡Sígueme! No es un consejo, no es una sugerencia, no es una opción. Es el Rey de reyes quien habla. Y cuando Él habla, los destinos cambian, las historias se interrumpen, las vidas toman un rumbo sobrenatural.
Pero hoy, ¿quién eres realmente? ¿Sigues a Jesús o sigues a un hombre? ¿Sigues al Cristo o sigues las voces del mundo?
Marcos 1:17 – Jesús les dijo: Seguidme, y os haré pescadores de hombres.
Sígueme… y te convertirás. No eres tú quien se va a formar. No es el mundo el que te va a revelar tu propósito. ¡No! Es Jesús quien te moldea, quien te prepara, quien te equipa… con tal de que aceptes seguirlo, completamente, radicalmente, sin compromiso.
Seguir a Jesús es abrazar un llamado personal, profundo, sobrenatural. Cuando escuché esta Palabra, algo dentro de mí fue sacudido divinamente. Me dije: Waouh… Jesús no dijo “Sigan una iglesia, sigan un ambiente, sigan una tendencia religiosa.” ¡No no no! Él dijo “Síganme a MÍ”. A Él, personalmente. El Creador. El Mesías. El Salvador del mundo. Él no necesita escenario, Él es la esencia de la verdad.
Cuando Jesús dice “Sígueme”, no abre un debate. No te invita a negociar. Él te convoca. Es un llamado radical. Un llamado a dejar. Cuando se encontró con Andrés, Simón, Jacobo y Juan, todos estaban ocupados, inmersos en su trabajo. Pero en cuanto Él dijo “Seguidme”, la Biblia dice que lo dejaron todo. Dejaron sus redes, su oficio, su rutina, su empresa familiar. Jacobo y Juan incluso dejaron a su padre. ¿Por qué? Porque escucharon una voz. La voz. La única voz que rompe las cadenas de lo ordinario y que da dirección celestial.
A menudo queremos seguir a Jesús sin soltar nada. Queremos seguirlo a medias. Pero no es posible. No puedes seguir a Jesús y conservar tus equipajes de la vida antigua. El “Sígueme” siempre va acompañado de un “deja tu red”. Deja aquello a lo que estás atado. Deja lo que constituye tu seguridad. Deja tu sistema. Y lo que me encanta es que Jesús no exige eso para empobrecerte, al contrario. Él dice: “Sígueme, y haré de ti…” Él quiere formarte, transformarte, darte una verdadera identidad.
El abandono de las redes significa un abandono de la vida antigua. Su red representaba su sustento, su estabilidad, su día a día, su identidad. Al dejarla, aceptaron decirle a Jesús: “Haz de mí lo que quieras.” Seguir a Jesús es un salto hacia lo desconocido, pero con una certeza: Aquel que me ha llamado es fiel. No me llama para aplastarme. Me llama para edificarme.
Cuando el Señor me llamó, no estaba en un edificio con órganos y cantos litúrgicos. No. Estaba en un lugar sencillo, pero la palabra predicada me hablaba personalmente. No era un simple orador. Era Jesús quien me hablaba a través de su boca. Y ante el llamado, me levanté, vine. Y entendí después que no fue mi tía quien me había llevado allí. Era una cita celestial que Jesús había fijado para interpelarme. Era una convocatoria. ¡Sígueme!
Entonces yo hago la pregunta: ¿Y tú? ¿Vas a responder? ¿Vas a decirle que sí? ¿Estás listo para renunciar a tus redes, a tus hábitos, a tus seguridades, para abrazar lo desconocido con Jesús?
Lo que es profundo en este pasaje, es que Jesús no elegía al azar. Él caminaba bajo la dirección del Espíritu Santo. La Biblia dice que Jesús comenzó su ministerio después de haber pasado cuarenta días en ayuno y oración. Luego fue llevado al desierto para ser tentado. Y sólo después empezó a caminar a lo largo del mar de Galilea. Jesús no hacía nada al azar. Cada paso era profético. No comenzó en Nazaret, en su casa. No. Comenzó exactamente donde el Padre quería que estuviera. Él seguía una hoja de ruta transmitida en el lugar secreto.
Por eso no debes salir a hablar en el nombre de Jesús sin ser guiado por el Espíritu Santo. No puedes hacer la obra de Dios en el activismo carnal. Debes ir donde Él te envía. Si no, te agotas. Lanzarás la red sin atrapar nada. Estás en acción sin impacto. Pero cuando Él dice “Sígueme”, te reposiciona en tu misión, tu llamado, tu cumplimiento sobrenatural.
Cuando acepté seguir a Jesús, no sabía que estaba llamada a la arquitectura espiritual. Estudié psicología, luego recursos humanos. Era responsable de reclutamiento. Pero cuando acepté apartarme, en ayuno, en oración, el Señor me mostró una visión abierta de la sala a construir para la Iglesia: el color de las sillas, los pasillos, la organización interior. Y eso fue lo que edificamos en Boissy-Saint-Léger. Sin diploma de arquitecto, pero por revelación. ¡Sígueme, haré de ti arquitecto de Mi Reino!
¿Ves? Tal vez tu llamado esté oculto por tus ambiciones humanas. Piensas que estás hecho para una cosa, pero Jesús sabe en qué te debes convertir. Basta con seguirlo a Él. No eres tú quien te conviertes, es Él quien hace de ti.
Un médico no se convierte en médico para ganarse la vida. Se convierte en sanador de almas si Jesús lo forma. Un abogado se convierte en defensor de cautivos en el mundo espiritual si Jesús lo llama. Un informático se convierte en reparador de corazones codificados en el Reino. Puedes quedarte en tu ámbito, pero cuando sigues a Jesús, ese ámbito se convierte en una plataforma a través de la cual Él actúa.
Y aun Judas fue llamado. Jesús sabía quién era. Pero igual le dijo “Sígueme.” ¡El amor de Dios da una oportunidad! ¡El llamado es una gracia! ¡Una gracia que no merecemos! Si Dios te eligiera en base a la pureza de tu corazón, ninguno de nosotros estaría aquí. ¡Yo la primera! Pero el llamado no se dirige a los que están listos. Prepara a los que Él llama. Sígueme, YO haré de ti.
¿Todavía luchas con tu pasado? Déjalo. ¿Todavía funcionas con tus referencias humanas? Suéltalas. ¿Aún avanzas a la vista sin visión divina? Vuelve al lugar secreto. Jesús dice: “Sígueme, yo haré de ti.” Tu parte es seguir. La de Él, hacer.
Mateo 22:14 – Muchos son llamados, pero pocos escogidos.
Porque pocos responden verdaderamente a ese llamado. Pocos sueltan su red. Pocos tienen esa fe radical. Pocos comprenden que detrás de la frase “Sígueme” hay una formación divina, una transformación celestial, una metamorfosis profética.
¿Piensas que tu vida es banal? Hay un llamado oculto detrás de tu historia. En Dios, nada es banal. Incluso la pesca de peces se convirtió en un canal para hacer pescadores de hombres. Así que, dondequiera que estés, hagas lo que hagas, escucha esta voz hoy: ¡Sígueme… y te convertirás!
Señor Jesús, quiero seguirte. Suelto mis redes. Libero mis seguridades humanas, mis sistemas terrenales, mis razonamientos carnales. Ya no quiero navegar a vista. Quiero caminar según tu visión, según tu llamado. Haz de mí lo que Tú quieres que yo sea. Doy este paso de fe. Te abro mi corazón. Rompe lo que deba romperse, forma lo que deba formarse y elévame en la misión que has preparado para mi vida. Respondo a Tu llamado, me convierto en tus manos. ¡Señor, sé el pastor de mi alma!
🙏 Si nunca has entregado tu vida a Jesús, haz esta oración con fe:
Señor Jesús, reconozco que necesito de Ti. Creo que moriste por mis pecados y que resucitaste. Hoy te acepto como mi Señor y Salvador. Transforma mi vida. Condúceme según Tu plan. Revela tu llamado en mi vida. Quiero convertirme en lo que Tú has previsto para mí. Amén.
- Marcos 1:17 – Seguidme, y os haré pescadores de hombres.
- Lucas 14:26 – Si alguno viene a mí y no aborrece a su padre, a su madre… no puede ser mi discípulo.
- 2 Corintios 5:17 – Si alguno está en Cristo, nueva criatura es.
- Mateo 10:37 – El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí.
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