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Hay cosas que no se explican. Hay dimensiones de Dios que no se pueden experimentar sin una inmersión total en Sus principios y en Su Iglesia. Si quieres ver tu vida espiritual explotar, hay un secreto que debo confiarte hoy: ¡crecí en una célula! No, no es una prisión. Es una célula de casa, un hogar espiritual donde Dios me moldeó, donde aprendí a caminar con Él, a superarme, a captar el valor de un alma y a amar a la Iglesia con todas mis fuerzas.
¿Y si te dijera hoy que eso que quieres ver en tu vida, eso que deseas vivir con Dios, comienza en una célula? Esta revelación transformó mi vida, y estoy a punto de compartirla contigo.
Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño. (Hebreos 5:13)
Hay una diferencia entre conocer la Palabra y experimentar la Palabra. Y la célula es uno de los lugares donde esa transformación sucede.
La célula no es solo un grupo de oración, no es una mini-iglesia. Es una plataforma de formación, un incubador donde Dios moldea tu carácter, afina tu fe y te enseña realidades espirituales profundas. ¡Crecí en una célula! Fue allí donde mi fe tomó otra dimensión, donde se desarrolló mi capacidad de amar las almas, donde entendí la importancia de la comunión fraternal y del servicio.
En Hechos 10, leemos que Cornelio y su familia fueron salvos en un entorno similar a una célula. Él reunió a sus seres queridos, a sus amigos en su casa y el Espíritu Santo descendió sobre ellos. Antes de ir a la iglesia, muchas veces todo comienza en una célula. Ésta es mi historia. Antes incluso de que pusiera un pie en un edificio de iglesia, la célula ya formaba parte de mi día a día. Y tú, ¿dónde estás?
La célula es uno de los lugares donde Dios atrae las almas. Algunos quizá nunca pongan un pie en un edificio de iglesia, pero sí acudirán a una reunión en casa, y allí recibirán la Palabra que lo cambia todo. Fue por medio de una célula que mi madre, quien ya era convertida, pudo atraernos a Cristo. Nosotros no íbamos a la iglesia. Estábamos ocupados, distraídos, pero ella implantó una célula en nuestro hogar. Y fue esa presencia regular de personas fervientes, llenas de vida y fe, lo que provocó nuestra conversión.
Habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentimiento. (Lucas 15:7)
Una sola alma vale más que todo. En una iglesia con miles de personas, si se gana un alma, uno puede no percibir completamente su impacto. Pero en una célula, sientes, vives, entiendes el poder de un alma salvada.
Ir a la iglesia los domingos es importante, pero si quieres ir más allá de ser un simple espectador y convertirte en un discípulo firme y activo, la célula es la clave. Es allí donde experimentas la Palabra. Es allí donde comprendes la responsabilidad espiritual. Un verdadero discípulo no se conforma con escuchar, él comparte, transmite, crece dando fruto.
¿Qué aprendí en la célula? Aprendí a amar y a valorar cada alma, aprendí que la Palabra de Dios no es solo una predicación del domingo sino una verdad para aplicar y experimentar cada día. Aprendí el servicio, la oración, la responsabilidad espiritual. Fue en la célula donde hice mis primeras armas en la predicación, en la intercesión, en el combate espiritual.
Algunos quieren ver el poder de Dios manifestarse públicamente, pero no lo buscan en el lugar secreto. En una célula, te enfrentas a las realidades espirituales de manera más directa. Mi primera experiencia de combate espiritual tuvo lugar en una célula. Un hermano, en plena alabanza, empezó a gritar con una voz que no era la suya: “¡Voy a matarlos a todos aquí!”. ¡Toda la sala se vació! Yo mismo corrí a esconderme. Pero fue en esa célula donde aprendí a ejercer mi autoridad en Cristo.
No fue sobre una gran plataforma donde aprendí a predicar, a enseñar, a interceder. ¡No! Fue allí donde había tres, cuatro, cinco personas. Donde cada palabra cuenta. Donde cada alma es preciosa. Donde no podía fingir tener una vida de oración.
Observa bien a aquellos que Dios está usando poderosamente hoy en la Iglesia. Haz la pregunta y te sorprenderás: la mayoría ha pasado por esta escuela invisible pero tan poderosa. Aquellos que hoy dan fruto son a menudo los que crecieron en fidelidad dentro de una célula. No es casualidad que varios pastores actuales de ICC, aquellos que dirigen campus, que tienen impacto, hayan sido responsables de células antes de tener grandes ministerios.
Si Dios quiere usarte mañana, es hoy cuando debes dejarte moldear. La célula es la escuela de Dios para los que Él quiere enviar lejos. Es en la célula donde aprendes la disciplina espiritual, la gestión de las almas, la responsabilidad por un rebaño.
- Hebreos 5:13 – La experiencia de la Palabra
- Juan 3:16 – La salvación por la fe
- Lucas 15:7 – El valor de una sola alma salvada
- Hechos 10 – Cornelio y el poder de la célula
Padre, te doy gracias por esta revelación. Hoy decido tomarme en serio mi crecimiento espiritual. Rehúso ser pasivo. Quiero comprometerme, quiero ser un discípulo, quiero dar fruto. Señor, abre mi entendimiento y permíteme entrar plenamente en lo que has preparado para mí. Si estoy llamado a liderar una célula, Señor, ¡equípame, fórmame, dispone mi corazón!
Señor, me pongo a tu disposición. ¡Úsame! Que sea un canal para tu gloria, que por mi vida, hombres y mujeres sean salvados, afirmados y transformados en el nombre de Jesús. ¡Amén!
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