Día 3 – Ser un buen discípulo, manual de uso – La Matinale – Impact Conférence 2025 – Ps Alain Patrice

Convertirse en discípulo: no es una opción, es un llamado

Jesús nunca te pidió que creyeras en Él. Te dijo: ¡Sígueme! No busca espectadores. Busca caminantes, seguidores, hombres y mujeres que renuncian para seguirlo, vidas enteras entregadas a Su Señorío. Sígueme… y haré de ti. No puedes llegar a ser sin seguirle. No es negociable. No hay impacto verdadero, no hay legado espiritual sin este camino único: el discipulado. ¿Es tu caso?

Mateo 4:19 es radical: Sígueme, y haré de ti un pescador de hombres

Esta frase contiene por sí sola un manual espiritual para toda vida cristiana auténtica. Seguir a Jesús es entrar en un proceso radical e intencional de transformación, un proceso donde renuncias a tu voluntad para ser moldeado por la Suya. No es un curso a la carta ni una actividad secundaria de tu fe. Es el corazón del plan de Dios.

Redefinir el discipulado: más que una enseñanza, una transformación

El discipulado no es un programa. No es una serie de actividades espirituales. No es aprender versículos de memoria o servir en la iglesia los domingos. El discipulado es un proceso intencional divino, un camino trazado por la mano de Dios, para que un hombre o una mujer se vuelva como Cristo, en carácter y en poder.

Un discípulo no es solo alguien que conoce a Jesús. Es alguien que vive con Él, que camina como Él, que lo sigue permanentemente hasta parecerse a Él. También es alguien capaz de reproducir lo que ha aprendido: convertirse en pescador de hombres. Si buscas impresionar al cielo con tu servicio pero te niegas a ser transformado, no estás en el discipulado. Estás en el activismo. Pero Dios busca corazones rendidos, no solo manos ocupadas.

Por qué convertirse en discípulo no es negociable

Hay cinco razones, directamente sacadas del llamado que Jesús le hace a Pedro: «Sígueme, y haré de ti un pescador de hombres».

  1. Es la voluntad de Dios. Jesús no dice «Cree en mí», dice «Sígueme». De creyentes, nuestras iglesias están llenas. Pero ¿discípulos? Muchos menos. Jesús nunca quiso hacer suscriptores, sino transformados. Si realmente quieres responder a Su voluntad, la única respuesta verdadera es convertirte en discípulo.
  2. Es una orden. No se trata de una invitación opcional. No es un llamado a considerar cuando te sientas listo. Es una instrucción clara, un imperativo divino. Jesús no te dio el lujo de elegir. Seguir a Cristo no es un extra para los radicales, es la base del caminar cristiano.
  3. Es por el discipulado que llegas a ser. Él dice: «Haré de ti». Si quieres saber quién debes llegar a ser, debes seguirle. Aquel que no sigue a Jesús, nunca puede llegar a ser lo que Dios ha previsto. Nunca entrará en su verdadero destino. Puede triunfar humanamente, sin jamás alcanzar espiritualmente. El discipulado te lleva a manifestar tu versión celestial en la tierra. Sin este proceso, estás fuera del proyecto divino para tu vida.
  4. El discípulo se convierte en hacedor de discípulos. El fruto del discipulado es la reproducción. No puedes decir verdaderamente que eres discípulo si tu vida no produce otros discípulos. Pablo se lo dijo a Timoteo: «Lo que has oído de mí… confíalo a hombres fieles, que sean también idóneos para enseñar a otros» (2 Timoteo 2:2). Este es el propósito de Dios: una cadena de vidas transformadas que transforman a otras.
  5. Es el modelo que Jesús eligió para perpetuar el Reino. No son las multitudes las que edifican el Reino. Son los discípulos. De los miles que Jesús tocó, 500 perseveraron esperando la Ascensión, y a partir de ese pequeño núcleo moldeado por Cristo, Dios edificó Su Iglesia.

No llegar a ser discípulo es poner en peligro el futuro del Reino. Es impedir que otros accedan a la vida en Cristo. Es romper el relevo espiritual. El discipulado es el mecanismo de transmisión intergeneracional de la herencia de Dios.

Cómo mantenerse comprometido a pesar de los desafíos de este siglo

Vivimos en una generación de ruido, pecado, trampas visibles e invisibles. Este siglo no deja a nadie fuera. Sin embargo, el apóstol Pablo nos exhorta a no conformarnos a este siglo, sino a ser transformados por la renovación de nuestro entendimiento (Romanos 12:2). Y esa transformación solo puede tener lugar en un entorno intencional de discipulado.

Tres pilares te ayudarán a perseverar pese a todo:

  • Pertenece a una familia espiritual. No solo por presencia ocasional. Sé enraizado, comprometido, conectado. Está escrito: «El hierro con hierro se aguza», es con los hermanos que tu fe se fortalece. Es en el contacto con otros discípulos que eres estimulado, corregido, ajustado.
  • Exponte permanentemente a la presencia de Dios. Busca una vida de intimidad intensa con el Espíritu Santo. Cultiva la oración, aliméntate de la Palabra, expón tu vida a predicaciones, a la alabanza profética. Cuanto más expuesto estés a Dios, más equipado estarás para enfrentar al mundo exterior.
  • Entra en un verdadero proceso de discipulado. Deja que alguien te acompañe espiritualmente. No seas un electrón libre. Necesitas un mentor, un modelo, un hombre maduro que te ayude a ir más lejos, a tratar tus fallas, confrontar tus heridas y formar en ti el carácter de Cristo.

El buen discípulo no es el que es perfecto, sino el que es transformable

Pedro era discípulo mucho antes de Pentecostés. Ciertamente era imperfecto, autoritario, impulsivo, colérico. Pero tenía un corazón moldeable. Estaba dispuesto a cambiar. Eso es un verdadero discípulo. Puedes tener luchas, fallos, pero si tu corazón está abierto, dócil, honesto, transformable, entonces eres un buen discípulo.

Judas también tenía luchas. Pero no quería cambiar. Ocultaba sus batallas. Las negaba. No tenía la humildad de enfrentar sus tinieblas. El auténtico discípulo no disimula sus debilidades. Las confronta con Dios. Trata profundamente lo que hay en su alma. Dios no busca vidas perfectas. Quiere corazones hospedadores, que se entreguen a Su obra interior.

Testimonio personal: yo también, recientemente, Dios me confrontó con el orgullo. Era sutil. Oraba, elaboraba planes con seguridad, como si el mañana me perteneciera. Pero el Espíritu me detuvo. Me dijo: «El mañana es una gracia». Y ahí entendí que sin una profunda humildad, podía aniquilar generaciones. Las almas ligadas a mi destino podrían jamás eclosionar. Entonces clamé a Dios, me humillé, vomité ese orgullo. Ese es el camino del discípulo.

El sacrificio del fuego: Sí, puedes conciliar discipulado, vida familiar, profesional y ministerio

Puedes ser padre, esposo, empresario, pastor… y seguir siendo discípulo. A condición de integrar una cosa: el discipulado no es una actividad, es una postura identitaria. ¡Soy discípulo en todas partes! En mi casa, mis empresas, mi ministerio. Quiero que mis hijos sean discípulos, que mis colaboradores lo sean, que en todo lo que hago, yo porte a Cristo.

Pero no es automático. Hay que practicar rutinas intencionales. Incluir a Dios en la agenda. Garantizar mi intimidad antes que todo. Proteger mi llama interior. Planificar momentos para mi familia. Equilibrar las estaciones. Invertir en personas de confianza para reproducirme. Y sobre todo: mantenerme dependiente de Dios.

La parte más hermosa de la solución no es tu inteligencia, es tu altar. En los tiempos de intimidad, mientras oras, ya estás construyendo tu empresa, tu casa, tu ministerio. Dios trabaja mientras te expones. Sana tu alma. Orienta tus prioridades. Aleja las personas equivocadas, envía las correctas. Te revela lo que tú mismo no ves.

¿No logras proyectarte? Déjate llevar por la gracia

Muchos no se atreven a comenzar este camino por miedo a no llegar hasta el final. Pero escucha bien: es más difícil no rendirse a Dios que rendirse. Cuando resistes, cargas el peso solo. Cuando te rindes, es Dios quien te sostiene. Su llamado no depende de tu capacidad, sino de Su fidelidad.

¿Quieres mantenerte 10, 20, 30 años con Dios? ¿Quieres oír «buen siervo y fiel»? Entonces entrégate por completo. Una vez que pruebas Su presencia, todo lo demás se vuelve secundario. El Reino de Dios es una perla preciosa: cuando la encuentras, lo vendes todo.

Oremos juntos

Padre, vengo a Ti hoy. Decido no ser más un simple creyente. Quiero seguirte plenamente. Forma a Cristo en mí, transforma mi vida, haz de mí un discípulo según Tu corazón. Quema en mí toda resistencia, toda tibieza, toda desobediencia. Hazme inquebrantable. Úsame para impactar mi generación. En el nombre de Jesús, amén.

🙏 Si nunca le has entregado tu vida a Jesús, haz esta oración:

Señor Jesús, reconozco que necesito de Ti. Ven a mi vida, perdona mis pecados, sálvame. Creo que moriste y resucitaste por mí. Te acepto como mi Señor y Salvador. Quiero seguirte y servirte. Úsame. Amén.

En el corazón de la Biblia

  • Mateo 4:19 – Sígueme, y haré de ti…
  • Romanos 12:2 – No os conforméis a este siglo…
  • 2 Timoteo 2:2 – Transmítelo a hombres fieles…
  • 1 Pedro 5:10 – Él os perfeccionará, afirmará, fortalecerá, establecerá
  • Lucas 9:23 – Si alguno quiere venir en pos de mí… niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame
  • Romanos 12:1 – Presentad vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios

Invitación

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