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lettre royale
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Has recibido una unción, has sido tocado por Dios… ¿y ahora? ¿Qué harás con ese poder que ha sido liberado sobre tu vida? ¿Lo conservarás o lo dejarás apagarse por negligencia y falta de mantenimiento?
Jesús dijo en Lucas 4:18: «El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido…». No se detuvo ahí. Continuó precisando el PORQUÉ había sido ungido. La unción no es un título, no es una corona, no es una insignia religiosa… es un poder depositado sobre un individuo para una misión divina.
Y si la unción de poder no se mantiene, disminuye, se apaga. Por eso, Levítico 6:12-13 nos dice:
El fuego arderá continuamente sobre el altar, no se apagará. Cada mañana el sacerdote le pondrá leña…
¡El mantenimiento es LA CLAVE!
¡Mira bien! La transmisión de unción no es una finalidad, es una introducción a lo sobrenatural. Demasiadas personas han recibido un depósito del Espíritu Santo, han experimentado un fuego poderoso en una reunión… pero unas semanas después, se sienten vacíos, secos, sin efecto. ¿Por qué? Porque no cuidaron lo que recibieron.
¡El fuego del Espíritu Santo en ti debe ser mantenido cada día! No es una experiencia de una noche, no es un simple toque emotivo. ¡Es una responsabilidad!
Los 70 ancianos de Moisés, cuando recibieron la unción, profetizaron… pero no continuaron (Números 11:25). ¿Por qué? Porque no cuidaron lo que habían recibido. En cambio, Josué perseveró. Dios le dijo en Josué 1:8: «Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley…». Así fue como cuidó su unción y heredó el destino divino.
Jesús no se encerró en un templo para esperar a los enfermos. ¡Él fue hacia ellos!
Mateo 9:35: «Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas… sanando toda enfermedad y toda dolencia».
La unción de poder se mantiene y crece en LA ACCIÓN.
¡Los que recibieron una transmisión de unción deben IMPONER LAS MANOS!
Marcos 16:17: «Estas señales seguirán a los que creen: en mi nombre… pondrán las manos sobre los enfermos, y los enfermos sanarán».
La Iglesia JAMÁS fue programada para ser pasiva. ¡Oh, despierta! ¡Busca enfermos, impón tus manos sobre ellos! El día que empieces a actuar, verás el fuego aumentar. Pero si te quedas sin hacer nada, la unción no servirá de nada.
Cuando recibes una gracia y no la usas, comienza a apagarse. Es una de las razones por las cuales algunos viven una visitación extraordinaria un día… y luego, seis meses después, solo queda el recuerdo de una experiencia pasada.
La audacia espiritual viene por la fe. ¡Ora por los enfermos! ¿Ves a alguien sufriendo? ¡Impón tus manos sobre él! Pregúntale después de la oración. ¿Se siente aliviado? ¿No? ¡Ora otra vez! La perseverancia hace toda la diferencia.
Levítico 6 nos dice que «cada mañana» el fuego debía ser reavivado.
Ese es el secreto. Los hombres y mujeres de poder tienen un estilo de vida marcado por:
¿Qué pasaría si toda la Iglesia entendiera esto? ¿Has visto lo que ocurrió cuando hermanos y hermanas simplemente impusieron las manos sobre los enfermos? ¡Más de 300 sanidades instantáneas en tres días! Y no eran pastores, eran hombres y mujeres llenos del Espíritu Santo que se ATREVIERON.
Es una revolución y ¡debemos continuar! La unción no debe quedar encerrada en edificios de iglesia. Debe ser llevada a las calles, las empresas, los hogares. El fuego que has recibido no está limitado a un domingo. Jesús comenzó su ministerio con poder, y la Iglesia debe terminar su mandato en la tierra con ese mismo Poder.
Señor Dios, TE doy gracias por la unción que has derramado. Hoy, tomo la decisión de no descuidar más esta gracia. Ayúdame a mantener el fuego encendido. Que mi oración no disminuya, que mi compromiso no decaiga. Decido caminar en el poder del Espíritu Santo, orar por los enfermos, anunciar el Evangelio con fervor, dejar de ser un espectador pasivo y convertirme en un actor del Reino. ¡Señor, úsame poderosamente! En el poderoso nombre de Jesús, ¡Amén!
Si nunca le has dado tu vida a Jesús, haz esta oración ahora:
Señor Jesús, reconozco que te necesito. Creo que moriste por mis pecados y que resucitaste. Hoy, te acepto como mi Señor y Salvador. Transforma mi vida y guíame por tu camino. Amén.
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