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Jueves 09/01/2025
Hablar de transformación sin acción es sembrar sin arar. Esta semana hemos revelado una verdad crucial: nada cambiará en 2025 si no decidimos con firmeza planificar nuestro carácter, nuestra consagración y nuestra prosperidad. Hemos visto que Dios es un planificador perfecto y que nos llama a entrar en esta dinámica divina para ver Su obra establecerse plenamente en nosotros. Sin embargo, esta revelación solo dará fruto si es meditada, discutida y compartida. La fe viene por el oír, pero se arraiga por lo que repetimos y comunicamos. En Hechos 2:42 está escrito: «Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.» Esta perseverancia es la clave para una transformación duradera. No basta con oír, hay que apropiarse, repetir y transmitir, porque una verdad no compartida es una verdad rápidamente olvidada.
Entonces, pregúntate: ¿qué has retenido hasta ahora que ya ha comenzado a sacudir tu manera de pensar y actuar? Tal vez hayas comprendido que vivías sin un plan preciso y que tu desarrollo espiritual se estancaba por falta de objetivos claros. O quizás te diste cuenta de que tu consagración aún era tibia, que tu vida de oración y ayuno era irregular, y que ya era hora de estructurar tu crecimiento espiritual como un constructor visionario. ¿Cuáles son los bloqueos que todavía te impiden aplicar plenamente esta revelación? ¿La duda, la postergación, el miedo al fracaso o la opinión de los demás? ¿Estás realmente listo para entablar un diálogo con el Espíritu Santo y confrontar aquello que en ti resiste al cambio? No olvides: cada paso hacia la transformación comienza con un cuestionamiento sincero y con la puesta en común de experiencias para derribar fortalezas de ilusión y autosatisfacción.
No guardes para ti solo lo que has recibido. Una revelación se convierte en convicción cuando es transmitida. Cuando tomas el tiempo de hablar con alguien, tu espíritu asimila más profundamente la verdad y tu fe se fortalece. Jesús mismo enseñaba a Sus discípulos a través de intercambios constantes. Pablo decía a Timoteo: «Lo que has oído de mí ante muchos testigos, confíalo a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros.» (2 Timoteo 2:2). Al compartir esta palabra, no solo la arraigas en ti, sino que permites que otros sean fortalecidos, animados y transformados a su vez. No se trata solo de un enriquecimiento personal, sino de un impacto colectivo para el Reino. Imagina el cambio explosivo que puede ocurrir si cada uno decide ser un canal de luz en lugar de un depósito pasivo.
Hoy acepta este desafío: antes de que acabe el día, decide compartir esta verdad con alguien. Habla con un amigo, un miembro de tu familia o un hermano o hermana en Cristo sobre lo que esta revelación ha provocado en ti. Escucha también su punto de vista, intercambien, oren juntos. Si eres parte de un grupo de estudio bíblico o de una familia de impacto, comparte esta reflexión: «¿Cómo puedo planificar mi carácter, mi consagración y mi prosperidad de manera concreta este año?» Si Dios te ha tocado esta semana, no te lo guardes. Haz oír este mensaje, ponlo en luz, afirma tu compromiso escribiendo lo que sientes y compartiéndolo incluso en las redes sociales. Deja que esta verdad explote en lugar de dejarla apagarse en el olvido.
Oremos juntos: Señor, gracias por esta poderosa revelación que me llama a planificar mi destino con sabiduría y disciplina. Ayúdame a no ser un oyente olvidadizo, sino un actor comprometido. Dame el coraje para confrontar mis hábitos, enfrentar mis resistencias y compartir activamente esta verdad con otros. Haz de mí un instrumento que difunda tu luz, un canal de vida que inspire y eleve. Que esta palabra no se apague en mí, sino que crezca, dé fruto y afecte duraderamente a quienes me rodean. Que mi compromiso sea real, que mi planificación sea rigurosa y que mi testimonio sea poderoso. En el nombre de Jesús, Amén.
En el Corazón de la Biblia: Hebreos 10:24-25 – «Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras. No dejemos de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino animémonos unos a otros».
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