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¡Yo había dicho! ¡Ustedes son dioses! ¿Pero por qué viven como cautivos, como débiles, como hombres ordinarios? Sin embargo, Jesús mismo proclama esta verdad en Juan 10:34: «¿No está escrito en vuestra ley: Yo dije: Sois dioses?» Una afirmación poderosa de nuestra identidad celestial, un llamado vibrante a salir de la mediocridad para entrar en la dimensión de los hombres espirituales.
Pero ¿por qué tantos creyentes siguen viviendo como sobrevivientes, cuando han sido llamados a reinar? ¿Por qué sufren los ataques del enemigo en lugar de detenerlos? ¿Por qué la Iglesia tiene dificultades para manifestar su autoridad cuando Dios ha decretado que Sus hijos son magistrados, jueces, autoridades legítimas en Su Reino?
Yo dije: Vosotros sois dioses, y todos vosotros hijos del Altísimo; pero como hombres moriréis. (Salmo 82:6-7)
No seremos espectadores de los eventos espirituales de nuestra época. ¡Hemos sido llamados a juzgar, a reinar, a influenciar, a derribar las obras de las tinieblas! ¡Levántate y toma tu lugar!
Porque Jehová vuestro Dios es Dios de dioses, y Señor de señores, Dios grande, poderoso y temible, que no hace acepción de personas. (Deuteronomio 10:17)
Dios reina sobre una asamblea celestial, un gobierno espiritual, un consejo divino donde se toman decisiones que influyen en el universo. Este consejo no es un mito, es real, y la Escritura da testimonio de su existencia.
Apocalipsis 4:4 habla de los 24 ancianos sentados en tronos, vestidos de blanco, con coronas de oro.
Sí, existe un parlamento, una asamblea de dominios, de autoridades, de seres celestiales implicados en las decisiones divinas. ¡Y Dios no gobierna solo!
Un misterio así podría parecer lejano, pero Jesús nos lo trae de nuevo cuando, en Lucas 22:30, dice:
Para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. (Lucas 22:30)
Aquí hay una verdad clave: ¡No se trata solamente de ángeles, sino también de hombres llamados a sentarse en esa asamblea!
Los ángeles fieles no se rebelaron con Lucifer. Los tronos y las dignidades permanecieron fieles. No todos se convirtieron en esas potestades que combatimos. Esta revelación es esencial: el Reino de Dios es ordenado, estructurado, y Dios ha asignado un lugar a quienes Él ha querido.
Dios creó al hombre con la intención clara de que reinara sobre la tierra.
Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza, y señoree… (Génesis 1:26)
¡Él nunca confió ese dominio a los ángeles ni a los espíritus, sino a los hombres!
Los cielos son los cielos de Jehová; y ha dado la tierra a los hijos de los hombres. (Salmo 115:16)
¡La tierra no fue entregada a los ángeles celestiales, sino colocada bajo la jurisdicción exclusiva de los humanos! Fueron ellos, y no espíritus celestiales o caídos, quienes debían gobernar este territorio.
¡Pero el pecado trastornó este orden! La caída de Adán abrió una brecha que el enemigo aprovechó. El hombre, que debía reinar, perdió su autoridad original al someterse al diablo. Sin embargo, ¡en Cristo, esta autoridad nos ha sido restaurada!
Jesús no vino solo para salvarnos, sino para restablecernos en nuestra posición de autoridad dentro del consejo divino. Por eso Pablo escribe con firmeza:
¿No sabéis que los santos juzgarán al mundo? […] ¿No sabéis que juzgaremos a los ángeles? (1 Corintios 6:2-3)
¡Fuiste creado para reinar, para gobernar, para juzgar, para ejercer un dominio espiritual alineado con la voluntad de Dios! Pero mientras no tomes conciencia de tu identidad, ¡vivirás como un mendigo en lugar de sentarte entre los reyes!
Cuando oramos, no lanzamos peticiones vanas al aire. ¡No! Nos presentamos ante el tribunal de los cielos, allí donde se toman las decisiones divinas, donde podemos hacer oír nuestra voz.
Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia. (Hebreos 4:16)
¡Ese trono no es solo un lugar donde recibimos perdón; es también un lugar donde se establecen los juicios celestiales! Es allí donde se cancelan los decretos satánicos, donde se establecen las decisiones del Reino de Dios sobre nuestras vidas, nuestras familias, ¡nuestras naciones!
Dios invita a sus hijos a venir a sentarse, a decretar, a dirigir con sabiduría y discernimiento. Pero entonces, ¿dónde están los intercesores? ¿Dónde están los que vienen a defender su causa y la de su generación delante de Él?
¡No ores más como un mendigo, ora como un juez que tiene su asiento en la Asamblea de Dios! En Cristo, ya estás autorizado a estar en ese lugar. ¡Toma ahora conciencia! ¡Deja de vivir como un simple cristiano que solo sufre!
Los verdaderos dioses de la tierra no son aquellos que Satanás ha levantado por medio de la mentira y el ocultismo. ¡Son aquellos que Dios ha restaurado en Cristo!
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